El Mundo Esmeralda, de Daniel de Wishlet - page 16

El mundo esmeralda
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ellas. Pero si las arrancas y te las llevas sólo tú y los tuyos podréis tenerlas,
aunque nunca las llegarías a disfrutar como en este maravilloso lugar.
Arráncalas si te gustan, pero si las amas, déjalas seguir aquí…
La niña se quedó perpleja. No sabía quién le hablaba, pero ante todo,
esa voz tenía razón.
—Está bien, no las cortaré… ¿Quién eres? —preguntó— Te oigo, pero
no te veo…
—¡Yo Soy «el Espíritu del Jardín»! —respondió firme la voz—, y si
miras a tu alrededor podrás verme, porque mi cuerpo son todos estos
jardines. ¡Soy la Poderosa Energía de la que emana tanta belleza y alegría!
—¿Cómo es que puedes hablar? —preguntó Puchi con curiosidad.
—La voz que escuchas no es sino el sonido de este mágico lugar…
En ese preciso instante los gritos de los otros niños (que desde el cielo
buscaban a la pequeña) interrumpieron la conversación.
—¡Puchi! ¿Estás ahí?
—¡Sí, sí! ¡Aquí abajo! —respondió la niña alegremente, haciéndoles
señales con sus brazos.
Los chiquillos descendieron en grupo hasta las flores blancas.
—Te hemos buscado por todas partes… ¡Está anocheciendo y tene-
mos que regresar a casa! Ya no disponemos más de las burbujas rosas…
—le dijo Rico, adelantándose a los demás.
—¡Esto no ha de preocuparos! —se oyó de nuevo la majestuosa voz
del Espíritu del Jardín.
Todos se asombraron al oírla, excepto Puchi.
—Vuestra amiga—prosiguió—ha realizado un acto de Amor. Libremente
decidió no arrancar estas bellas flores para que así todos pudiesen disfrutar-
las. Y cuando se opta por el Amor, las consecuencias son siempre buenas…
Según pronunciaba estas palabras aparecieron volando unos magnífi-
cos pavos reales de brillantes colores verdes y azules.
—Estas aves os llevarán hasta vuestros hogares. Si en alguna ocasión
volvéis a necesitarlas no tendréis más que llamarme. Habéis amado y
disfrutado este mágico lugar, y su Espíritu también os ama…
Los niños se subieron sobre los pavos reales, despidiéndose de aque-
llos fantásticos jardines.
Sus siluetas se iban haciendo cada vez más pequeñas en el horizonte
rojo cuando Rico le preguntó a Puchi sobre el origen de aquella misterio-
sa voz, a lo que ella respondió orgullosa:
—Era mi nuevo amigo, ¡el Espíritu del Jardín!
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