El Mundo Esmeralda, de Daniel de Wishlet - page 13

Daniel de Wishlet
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necesaria para alimentar los jardines, pronto cesaría y que el sol les daría
la bienvenida con sus cálidos rayos.
La emoción crecía entre los niños según se aproximaban.
Al llegar a la montaña un intenso sentimiento les embargó ante la
visión de unos jardines que se extendían casi sin fin. Desde su altura
podían contemplar todo lo que tenían ante sí: bajo un cielo rosa, que
comenzaba ya a teñirse de violeta, verdes praderas cubiertas de árboles,
plantas y flores conformaban un paisaje de gran belleza multicolor, de-
corado con fuentes, estatuas y puentes de los más diversos estilos que
unían las orillas de los ríos.
Los niños decidieron que ese era el momento de deshacerse de sus
burbujas. Con sólo desearlo las hicieron desaparecer, quedándose flo-
tando en el aire con los brazos abiertos. Y gozando de una maravillosa
sensación de libertad sobrevolaron en grupo ese paradisíaco entorno.
Como una bandada de pájaros se deslizaron bajo el cielo.
Cuando alguno veía algo que especialmente le gustaba volaba hacia
ese lugar y todos los demás le seguían, descendiendo y elevándose una y
otra vez…
Así fue como llegaron hasta un alargado jardín en donde decidieron
quedarse momentáneamente a jugar.
Un alto seto lo independizaba del lugar, con tan poca claridad que era
apropiada para esconderse y buscarse los unos a los otros.
En su centro, una fuente vertía su agua sobre un estanque estrecho
que descendía escalonadamente a lo largo del jardín, y desde lo alto de
ella fue saltando sucesivamente cada niño, sobrevolando el estanque,
tratando de encontrar a los demás escondidos tras las estatuas y los ár-
boles que adornaban a sus lados.
Como en un sueño disfrutaron de ese fantástico lugar, hasta que jun-
tos retomaron el vuelo.
En la partemás elevada de esaMontañaMágica, y como centro geomé-
trico de todos los jardines, se erigía una fabulosa construcción de estilo
clásico. El majestuoso conjunto arquitectónico estaba formado por ocho
inmensas columnas de mármol colocadas circularmente, constituyen-
do la base sobre la que descansaban cuatro grandes figuras angelicales.
Esas estatuas, orientada cada una hacia un punto cardinal, eran a su vez
fuentes de agua rosada que caía en cascada por las columnas, originando
arroyos en todas direcciones simbolizando la extensión del Amor y la Paz
hacia toda la Creación.
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