El Mundo Esmeralda, de Daniel de Wishlet - page 12

El mundo esmeralda
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Una tarde, mientras los demás niños guardaban pacientemente su
turno para subirse en las burbujas, la pequeña de rubia melena llegó
corriendo y se colocó la primera esperándolas con impaciencia. Todos
sabían que era lo que más le gustaba, y lejos de molestarse, le cedieron
amablemente su turno.
En ese día, Puchi y sus amigos habían planeado visitar unos jardines
muy especiales…
Existen ciertos lugares en el Mundo Esmeralda en los que la labor del
ser humano embelleciendo la naturaleza ha resultado tan espléndida, que
en compensación, ésta permite a sus visitantes sobrevolarlos con su propio
cuerpo para poder así contemplar las impresionantes vistas que han creado.
Los jardines que los niños se proponían visitar eran uno de estos má-
gicos lugares.
Situados en las laderas de una montaña, el plan que habían trazado
era viajar hasta ellos dentro de las burbujas, para una vez ahí desprender-
se de las mismas y volar con sus cuerpos descubriendo toda su belleza…
Puchi seguía colocada la primera, esperando frente a los pequeños
cráteres. Justo en el momento en el que vio aparecer una burbuja rosa,
corrió a su encuentro, situándose sobre ella, cerrando sus ojos…
La esfera continuó emergiendo, haciéndose más y más grande, hasta
que acabó envolviéndola por completo.
Entonces, comenzó a elevarla lentamente…
Todos la observaban.
Sintiéndose ya en el aire abrió sus rasgados ojitos azules, y una emo-
ción recorrió su cuerpo al ver cómo las cabezas de sus amigos se hacían
cada vez más pequeñas. Y dejándose llevar por esa maravillosa sensación
de flotar, empezó a dar divertidos saltos dentro de ella.
En tan solo unos momentos los demás niños se encontraban ya a sumis-
ma altura, pero entretenida como estaba, apenas se había dado cuenta…
—¿Vienes Puchi? —le gritó Rico, su mejor amigo.
La pequeña miró hacia el resto del grupo, viéndoles tan ilusionados
por partir que sólo con su voluntad dirigió la burbuja hacia ellos para
emprender juntos el viaje.
Sus alegres cantos embellecían cada lugar que sobrevolaban hasta que
por fin, de lejos, divisaron la mágica montaña. Al hacerlo se llevaron una
pequeña decepción, puesto que estaba lloviendo sobre ella y pensaron
que no podrían disfrutar de su visita. No obstante, conforme se fueron
acercando la rodeó un brillante arco iris para indicarles que esa lluvia,
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